En el ámbito del autismo, con frecuencia escuchamos términos como coherencia central débil y procesamiento bottom-up. Aunque ambos están relacionados con la forma en la que los niños y niñas con autismo interpretan el mundo, no son lo mismo, y confundirlos puede llevar a errores tanto en la comprensión como en la intervención educativa y terapéutica. Veámoslo con claridad.
Contenidos de este artículo:
- 1 ¿Qué es la coherencia central?
- 2 ¿Qué es el procesamiento bottom-up?
- 3 Diferencias clave entre coherencia central débil y procesamiento bottom-up
- 4 ¿Pueden darse ambos a la vez?
- 5 ¿Por qué es importante diferenciar la Coherencia Central Débil y el procesamiento Bottom-Up?
- 6 ¿Por qué no es lo mismo la coherencia central débil que el procesamiento bottom-up en el autismo infantil?
¿Qué es la coherencia central?
La coherencia central hace referencia a la capacidad del cerebro para integrar información y darle un significado global. En contextos cotidianos, esta función permite a las personas captar «el conjunto» de lo que ocurre, dejando en segundo plano los detalles cuando no son esenciales.
En el caso del autismo, hablamos de una coherencia central débil: esto significa que existe una tendencia natural a centrarse en los detalles individuales, lo que puede dificultar la comprensión del contexto general o de las situaciones sociales más amplias.
Ejemplo cotidiano:
Una niña con TEA entra en el salón y comenta que hay una mota de polvo en una esquina del suelo, sin darse cuenta de que hay una reunión familiar con todos los primos sentados en círculo. Su atención se fija en el detalle, no en la situación global.
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¿Qué es el procesamiento bottom-up?
El procesamiento bottom-up es una forma de abordar la información de abajo hacia arriba. Esto implica que se empieza por los datos más básicos, sensoriales y concretos (lo que se ve, se oye, se huele…), y a partir de ahí se va construyendo un significado más abstracto o complejo.
Este estilo de procesamiento no es exclusivo del autismo, aunque sí es más frecuente en estos perfiles. En contraposición, el procesamiento top-down parte de la experiencia previa, del contexto y de lo aprendido anteriormente para interpretar la situación de forma más directa.
Ejemplo cotidiano:
Un niño con TEA entra en una panadería. Primero se fija en el brillo de la bandeja metálica del fondo, luego en el sonido del horno, después en el color de los pasteles, y solo al final comprende que está en un sitio donde se vende comida. El significado de la situación se construye poco a poco a partir de los estímulos sensoriales.
Diferencias clave entre coherencia central débil y procesamiento bottom-up
Característica | Coherencia central débil | Procesamiento bottom-up |
---|---|---|
¿Qué es? | Una dificultad para integrar información en un todo coherente. | Un estilo de procesamiento que parte de los datos sensoriales. |
¿Es propio del TEA? | Sí, está directamente asociado al autismo. | No, es un estilo que puede aparecer en cualquier persona. |
¿Implica problemas? | Sí, puede dificultar la comprensión de contextos sociales o situaciones complejas. | No necesariamente; puede ser adaptativo en tareas muy analíticas. |
¿Cómo se manifiesta? | Enfocarse en detalles sin captar el conjunto. | Comprensión secuencial, desde lo concreto hacia lo abstracto. |
¿Puede cambiar? | Sí, con apoyo se puede mejorar la integración global. | No es una dificultad, sino un estilo que puede complementarse con el procesamiento top-down. |
¿Pueden darse ambos a la vez?
Sí. De hecho, en muchos casos de autismo, la coherencia central débil potencia la preferencia por el procesamiento bottom-up. Pero insisto: no son lo mismo.
- La coherencia central débil es una característica cognitiva que impide ver el conjunto.
- El procesamiento bottom-up es la forma en la que se organiza la información sensorial hasta construir un significado. Es posible tener una coherencia central fuerte y aún así procesar de abajo hacia arriba.
¿Por qué es importante diferenciar la Coherencia Central Débil y el procesamiento Bottom-Up?
Comprender esta distinción nos ayuda a diseñar apoyos más adecuados:
✅ Si observamos coherencia central débil, podemos utilizar pictogramas, esquemas visuales o rutinas explícitas para favorecer la comprensión del conjunto.
✅ Si observamos procesamiento bottom-up, podemos facilitar la comprensión global partiendo de lo concreto: experiencias sensoriales, materiales manipulativos, y apoyos visuales que permitan construir significado paso a paso.
Comprender su forma de procesar la información puede cambiarlo todo
Muchos escolares con autismo son etiquetados erróneamente como despistados, desafiantes o poco sociables, cuando en realidad procesan el mundo de una manera distinta. Una evaluación adecuada es el primer paso para acompañarle con sentido y eficacia.
No se trata solo de observar: se trata de entender.
¿Por qué no es lo mismo la coherencia central débil que el procesamiento bottom-up en el autismo infantil?
Esta diferencia no solo es relevante desde el punto de vista teórico, sino que tiene implicaciones directas en el día a día de la intervención y del acompañamiento familiar y escolar. Cuando un escolar con TEA muestra una conducta que puede parecer descontextualizada o fuera de lugar, muchas veces estamos viendo el resultado de una coherencia central débil más que un problema de atención o desinterés. Su forma de comprender el entorno está basada en piezas sueltas, no en una imagen global. Si le pedimos que “prepare su mochila porque hoy hay una excursión”, es posible que entienda el término “mochila” y asocie la palabra “excursión” con un sitio al aire libre, pero no logre anticipar que necesita llevar una gorra, una botella de agua o que no habrá clase convencional.
Por otro lado, si ese mismo escolar tiende a utilizar un estilo de procesamiento bottom-up, lo más habitual es que necesite percibir, analizar o experimentar los elementos uno a uno antes de construir el conjunto. Imaginemos una tarea en la que debe contar una historia a partir de una imagen: probablemente describirá primero que hay una pelota, después que hay un niño, luego que la pelota está cerca del pie del niño, y solo al final podrá deducir que el niño está jugando al fútbol. Si se le pide directamente que “invente una historia sobre lo que ocurre en la imagen”, puede quedarse bloqueado, ya que su cerebro no parte del conjunto, sino de los datos sueltos que luego debe enlazar.
En el aula, esta diferencia se puede observar también en cómo responden ante tareas académicas. Un escolar con coherencia central débil puede quedarse atascado intentando entender una instrucción porque se ha fijado en un elemento concreto del enunciado (una palabra, una imagen, un número) que no logra integrar con el resto. Mientras tanto, otro escolar con un estilo de procesamiento bottom-up puede resolver con precisión los pasos de una operación matemática si se le dan de uno en uno, pero mostrar dificultades si tiene que resolver un problema completo en el que se requiere anticipar, organizar y tomar decisiones basadas en una idea general.
En el ámbito emocional y social, las diferencias también son claras. La coherencia central débil dificulta la comprensión de las emociones ajenas porque estas suelen estar integradas en contextos complejos: una sonrisa puede ser de cortesía, de alegría o incluso de burla, dependiendo del tono de voz, la expresión facial, el contexto previo… Si no se capta el conjunto, interpretar correctamente las emociones resulta complicado. En cambio, el estilo bottom-up puede llevar a que necesite observar un gesto, una palabra, una mirada concreta y reconstruir desde ahí lo que la otra persona siente, lo cual exige más tiempo y puede provocar reacciones tardías o confusas.
Ambos procesos —coherencia central y procesamiento bottom-up— influyen, sin duda, en cómo se desarrolla la percepción, la comunicación, el aprendizaje y la interacción social. Pero es fundamental que sepamos diferenciarlos para no caer en explicaciones simplistas ni en etiquetas globales que no respetan la singularidad de cada escolar con autismo.
Una intervención adecuada puede ayudar a desarrollar una mayor flexibilidad cognitiva, a entrenar la integración de elementos en contextos más amplios, y a utilizar herramientas visuales, organizativas o verbales que faciliten el paso de los detalles al conjunto. Y, sobre todo, puede ayudar a que familias, docentes y profesionales comprendan mejor las conductas aparentemente inusuales que observan cada día.
Porque cuando comprendemos el cómo procesa la información un escolar con TEA, estamos en mejores condiciones para acompañarle de forma respetuosa, efectiva y verdaderamente significativa.
